Hace poco vi Matrix (sí, hace un par de semanas nomás) y cuando vi la manera en que les enseñaban comenté: “¡Nos quedamos sin trabajo los docentes!”
Hoy leo en El Caparazón:
Lo vimos en Matrix, creo que lo vimos también en Avatar y es típico de varias películas de ciencia ficción: ¿Podríamos aprender cosas nuevas sin ejercer un esfuerzo consciente?
Es posible ya aplicar estímulos a zonas motoras del cerebro para levantar, involuntariamente, una mano, pero parece que el escenario ante el que sería posible inducir el aprendizaje, evolución mucho más sofisticada de lo primero, también lo podría ser pronto.
Volví a pensar en que nos quedábamos sin trabajo, pero inmediatamente recordé la complejidad del trabajo docente y dejé los clasificados…
La tarea docente no consiste en transmitir información, y la escuela ya no es la institución donde las nuevas generaciones reciben el acervo cultural de las generaciones más antiguas…
La escuela, ya desde la Revolución Industrial, tiene el objetivo de enseñarles a los futuros trabajadores todo el contenido del famoso curriculum oculto: levantarse temprano, convivir en un grupo, obedecer a una autoridad, esperar el turno (de hablar, de ir al baño, de ir al recreo…).
La escuela es el lugar donde los chicos se sociabilizan, aprenden sobre la convivencia con sus coetáneos, sobre el trabajo en equipo, la resolución de problemas y situaciones cotidianas utilizando todas las herramientas a su alcance.
Y fundamentalmente, desde los 45 días de vida hasta que puedan salir a trabajar, la escuela es el complemento fundamental para la sociedad actual en que las madres trabajamos y los padres… no dejaron de trabajar.
Creo que puedo dormir tranquila. Mi futuro está asegurado.
Me alegra leer este artículo Iris… Porque en FB está “de moda” la frase “quiero una escuela que enseñe a pensar, no a obedecer”… Como si “obedecer” fuera una “mala palabra”… Y todo lo relacionado con el “orden” y los “límites” debiera estar confinado a un lugar malo malo de gente mala que solo quiere someter a los alumnos…
Hay un problema grande en los adultos con el vocabulario, con cierto vocabulario… (siempre supongo que son los problemas que creó la maldita dictadura militar… que nuestros alumnos no vivieron, y si no fuera porque lo enseñamos, ni sabrían que existió…)
Y el complemento nefasto es que con tocar estos temas, te convertís automáticamente en alguien autoritario! Sin ninguna comprobación… Sólo por el discurso…
Gustavo: Más allá de que “obedecer” tiene connotaciones negativas por nuestra historia autoritaria, “educar para obedecer” no es el mejor objetivo. Me parece mejor “educar para pensar y respetar”. Como docente no busco formar individuos obedientes por naturaleza, sino ciudadanos respetuosos y con pensamiento crítico. Aunque eso ponga permanentemente en debate mi propia autoridad docente. Me la banco.
Iris: Mientras seamos seres sociales lo más importante de la educación será la interacción humana docente-alumnos. Dentro de mil años lo volvemos a pensar
Un recuerdo infantil con un “anticipo” de aprendizaje neuroestimulado:
JOE 90
Imperdible reparar en los detalles de la computadora…
Gustavo, Ricardo: pienso que si uno no les enseña a los chicos a respetar las reglas, no los hace seres felices sino personas que sienten una permanente opresión en las normas (respetar un semáforo, usar un cinturón de seguridad, hacer lo que dice un jefe, etc.)
Por otra parte, me encantaría tener una escuela emancipadora pero en otro sentido: que los pibes de ahora puedan crear una sociedad más igualitaria, no que sean libres para consumir y nada más.
¡¡Qué bueno, Ricardo, lo de Joe 90!! ¡Impresionante! 🙂 🙂 🙂
Ricardo: cuando vamos a lo concreto, se demuestra el “problema” que yo describo… Cuando era Preceptor les decía a los alumnos que entren al aula cuando tocaba el timbre… Era una orden? O era un llamado a la reflexión y para que aprendan a tomar decisiones y respeten?
Las cosas por su nombre, es una orden… y no era para nada autoritario, incluso implicaba tener la excesiva paciencia de tener que decirlo hasta 3 veces…
Fijate que si algo tan simple y que no merece ninguna discusión, era “cuestionable” para los chicos, algo no estamos haciendo bien…
Es como cuando estás explicando y te interrumpen constantemente… Llega el momento que decís “callate y escuchá” y no por eso estás “coartando su libertad de expresión”…
También está instaurado que decirles que no a los adolescentes es “no escucharlos”…
Bueno, hoy lo dijo Ines Dussel en Clarín, “Más que pública o privada, me parece que hay que mirar los problemas del sistema educativo en su conjunto –dice Dussel–. Segmentación social, empobrecimiento y superficialidad en lo que se enseña, problemas serios para organizar un orden de trabajo (disciplina, atención, compromiso y disposición a trabajar). Esos problemas los tienen la mayoría de las escuelas, públicas y privadas, y habría que atenderlos de manera urgente”.
Gus, siento que me hacés quedar como un docente “laissez faire” 🙂 (y soy bastante bravo con las normas). Creo que hablamos de lo mismo pero usamos palabras con tonos diferentes. “Obedecer” o “respetar” una consigna puede en los hechos ser la misma cosa ya que en ambos casos se somete la propia voluntad a la de una autoridad. Pero, para mi, obedecer tiene una actitud pasiva y sometida que no deseo fomentar en ningún alumno. Prefiero que las órdenes se cumplan por respeto a la autoridad o al orden general. Pero que surja de racionalidad, del compromiso consciente, no del miedo o de una sumisión vegetal. Pero nos fuimos del post. Iris, este debate demuestra tu hipótesis: por ahora, nada puede reemplazar un docente a la hora de educar..
Ricardo, Gustavo: me parece que ambos piensan de manera parecida pero que tienen distintos alumnos. Cuando uno trabaja en un contexto de falta total de respeto a las reglas, uno se convierte en un “autoritario” por contraposición (y porque es insoportable un lugar así!). Cuando uno trabaja en un lugar donde los demás docentes también enseñan el respeto y son personas respetables, se puede educar de una manera más democrática.
Pero los tres estamos de acuerdo en que la escuela no es un lugar donde liberar espíritus sino más bien donde adaptar a los chicos a una sociedad donde, entre otras cosas, se van a encontrar con muchas reglas que cumplir.