2048 o qué es la inteligencia

2048Un amigo me dijo que había ganado al 2048. Se trata de un juego donde aparecen diferentes números y uno debe unir los iguales formando potencias de 2. Gana la persona que une las piezas necesarias para llegar al número 2048.
Envidia aparte, lo que más me dolió fue su frase: “si querés te enseño mi método”
Lo primero que pensé fue: “La pucha… ¡¡Había un método!!”
Una vez superada mi sensación de inferioridad, comencé a reflexionar sobre cómo se ve la inteligencia puesta en juego.
Como consuelo por mi falta de entrenamiento en juegos matemáticos decidí escribir en un post mi reflexión sobre el tema. Pero lo voy a hacer al estilo del juego, utilizando en cada párrafo la cantidad de palabras que indica el número de la izquierda… todas potencias de 2, hasta llegar al 2048.

2. Resolver problemas.

4. Capacidad y no conocimiento.

8. Hay por lo menos siete tipos de inteligencia.

16. En cada persona predominan uno o más aspectos en que resuelve problemas de manera más eficiente.

32. Algunas personas resuelven de manera brillante situaciones vinculadas con la motricidad: moverse en el momento justo para que la pelota no entre en el arco, esquivar al adversario para el lado correcto.

64. Otras personas tienen muchos amigos, saben establecer contactos laborales útiles y liderar equipos de trabajo; son personas con mucha inteligencia interpersonal. Por lo contrario existen muchas personas que no pueden expresar sus emociones, muchas veces porque no saben cuáles son esas emociones. No les gustan las actividades artísticas porque no les sale expresarse por ningún medio. Son personas con dificultades en su inteligencia intrapersonal.

128. Los artistas plásticos, que son capaces de observar un objeto y plasmarlo en una pintura o escultura, cuentan con una gran inteligencia corporal-cinestésica; los escritores y las personas que dominan el lenguaje de una manera impecable tienen un predominio de la inteligencia verbal o lingüística. Y por supuesto, están los eternamente identificados como genios que pueden tocar piezas complicadísimas en un piano o ejecutar diversos instrumentos (inteligencia musical) o los que realizan operaciones matemáticas complejas como si sumaran dos más dos: cuentan con una gran inteligencia lógico-matemática. Todas estas personas cuentan con una combinación especial de sus diferentes inteligencias. Gracias a ello, cada persona es diferente a la otra en lo que le resulta fácil o entretenido. Para unos es placentero leer y para otros, resolver acertijos lógicos.

256. ¿Y por qué es importante reconocer que existen diferentes tipos de inteligencia? El primer motivo tiene que ver con la autoestima: no soy tonto por no aprender rápidamente matemática (sobre todo si soy capaz de tener muchos amigos, jugar al fútbol o dibujar, por ejemplo). Simplemente debo saber que en mí no predomina el tipo de inteligencia lógico-matemática, pero que tengo una distribución diferente a la otra persona (que puede ser un tronco bailando o actuando, o puede tener dificultad para expresar sus sentimientos, entre otras cosas). Ser consciente de que todos tenemos en mayor o menor medida la misma suma de capacidades, pero distribuidas de una manera única y especial, nos permite respetarnos, conocer nuestras limitaciones, entender que muchas veces las otras personas no disfrutan de las mismas actividades que nosotros porque no les resultan desafíos a su inteligencia. De esta manera podremos ponerles límites a quienes nos denigran por no poder entender algo (me ha pasado personalmente al intentar repetir un paso de baile, fracasando rotundamente cuando mi profesor no percibía que yo necesitaba muchas más repeticiones para observar parte por parte lo que él veía como un todo) o a quienes se sienten superiores porque su tipo de inteligencia es más valorado por la sociedad que otras. También podemos usar responsablemente este conocimiento para entender que una persona puede necesitar cien explicaciones antes de entender algo que nosotros vemos con toda claridad. Y que puede ser que esa persona no lo entienda ese día sino que al otro día despierte con nuevas preguntas.

512. Por otra parte, todo esto sirve para entender que no es lo mismo inteligencia que sabiduría (o conocimiento). El ejemplo que más me gusta es el del texto “En la vida 10, en la escuela 0” (Terezinha Carraher, David Carraher, Analúcia Schliemann), en el cual se analiza de qué manera algunos alumnos de las escuelas primarias no logran dominar ciertos conocimientos matemáticos en la escuela, que por otra parte aplican en su vida cotidiana porque venden mercancía junto a sus padres y resuelven perfectamente todo tipo de problema matemático aplicado a su actividad. Muchas personas sin estudios formales en una disciplina tienen la capacidad de resolver problemas increíblemente complejos para quienes no realizan cotidianamente sus tareas: en el campo, el dominio de animales o plantas, el conocimiento del clima, o la noción del tiempo, son incomprensibles para una persona criada en la ciudad que necesita herramientas tecnológicas -el pronóstico del tiempo que brinda la televisión, por ejemplo- para obtener información incluso menos confiable. La escuela, en su versión más tradicional, enseña de tal manera que todos los conocimentos están atravesados fuertemente por el lenguaje escrito. Si todas las materias requieren una importante dosis de comprensión lectora, ¿qué ocurre con aquellos chicos que no tienen una gran inteligencia lingüística? En general, son alumnos a los que se los percibe como chicos con poca capacidad de aprendizaje. Pero ¿es esto real? Si un maestro trabaja con sus alumnos en un proyecto donde se realicen desafíos no sólo escritos sino aplicados a cosas espaciales (como sería el caso de llevar unos trozos de tela para calcular el área, la superficie y el perímetro sin brindar la consigna por escrito o realizar germinaciones en lugar de leer un texto donde se explique qué necesita una planta para vivir), muy pronto ese maestro va a ver reaccionar a esos chicos que siempre están distraídos porque un simple texto no los motiva a aprender nada. La motivación es una parte fundamental del aprendizaje; si la única motivación que brinda un docente es la de poner notas, sólo se esforzarán -algunos con mucho esfuerzo- los que tengan ganas de ser premiados en sus casas por las calificaciones. Pero muchos otros se ven desmotivados por su permanente sensación de fracaso, su baja autoestima y su etiqueta de “lentos”, “burros”, “malos alumnos”, que hace que se den por vencidos antes de empezar. Total, hagan lo que hagan ellos nunca van a obtener una de esas notas que para otros parece ser su alimento fundamental. Para esos alumnos es que nosotros, los maestros, debemos buscar abordar cada nuevo contenido desde un marco diferente. No sólo explicar parados en un pizarrón, no sólo dar un texto y que lo tengan que estudiar para mañana porque hay evaluación escrita. También jugar, vivenciar, experimentar, cantar, representar o escribir acerca de cada contenido trabajado. Muchos de mis alumnos comprendieron la Revolución de Mayo al tener que representarla para un acto en un escenario; muchos comprendieron las multiplicaciones jugando a un videojuego que trabajaba alguna forma de embaldosado. Respetar la heterogeneidad de nuestros alumnos elevará su autoestima.

1024. Ahora: ¿qué tiene que ver todo esto con el juego 2048? Voy a volver a comentar que mi amigo me dijo “si querés te explico mi método”, y resultó que yo no había elaborado ningún método. Yo me limitaba a tomar mi celular en el colectivo mientras escuchaba música, a empujar los números para un lado y para el otro, y a perder, más o menos siempre en el mismo puntaje. ¿Por qué? ¿Qué me faltó? Para lograr ganar es ese juego y para tener éxito en muchas de las tareas que emprendemos en la vida cotidiana, es necesario poner en juego las estrategias cognitivas adecuadas. Estas estrategias son las diferentes herramientas que una persona aplica cuando debe resolver un problema o una situación. Muchas veces hay personas que pueden perfectamente realizar algo, pero no saben explicar cómo lo hicieron. La reflexión acerca de las propias estrategias cognitivas puestas en juego conforma el conjunto de nuestras estrategias metacognitivas. Cuando pensamos acerca de cómo aprendemos, cuando notamos que de esta manera o de aquella otra aprendemos mejor, conocemos mejor, estamos aplicando este tipo de estrategias. Es decir que en la frase de mi amigo puede uno comprender que él puso en juego muchas más estrategias cognitivas que las que yo utilicé en mi propio juego, y que además -dicho en tono de humor- pretendía demostrar sus estrategias metacognitivas cuando me iba a explicar su forma de resolverlo. En general todos los seres humanos tienen avidez por aprender; lo traemos de fábrica, somos seres que nacemos sin saber alimentarnos, sin saber caminar, sin saber procurarnos nuestro propio alimento, refugio o grupo social. Todo eso que no sabemos al nacer es compensado por una gran avidez por aprender, por saber cada vez más sobre lo que necesitamos para tener éxito en nuestra vida. Y tener éxito es un concepto bien diferente, dependiendo del lugar en el que nacemos y crecemos: si nuestros padres no nos miran, si sólo se limitan a aplaudirnos o incluso a agredirnos cuando hacemos algo especial o cuando rompemos algo, el éxito consistirá en hacer cosas especiales o en lograr atraer la atención de nuestros pares. En cambio, si tenemos padres que estimulan nuestra inteligencia y aplauden cada nueva palabra, concepto, lectura o título alcanzado, tener éxito para nosotros estará completamente vinculado a los logros académicos. En definitiva, y aprovechando que definitivamente no creo que nadie a esta altura esté leyendo párrafos tan insoportablemente extensos como este, todas las personas nacemos con lo necesario para lograr alcanzar enormes conocimientos. Cada uno de nosotros tiene esas diferentes capacidades distribuidas de una manera especial y diferente al resto. Por otra parte, si en nuestra infancia nos estimulan, nos motivan, nos premian -no tanto con objetos sino con cariño y con nuevos desafíos- podremos explotar al máximo nuestras capacidades innatas e incluso podremos emparejarlas, si tenemos la suerte de ser desafiados también en aquellas cosas que no tenemos naturalmente tan beneficiadas. Es el caso de los chicos que, si bien no son excelentes con una pelota, la insistencia de su padre en jugar al fútbol día tras día, la alegría del “entrenador casero” cuando se tiene un logro, y el hecho de que esto constituya un momento lúdico y no una presión social (“tenés que ganar, no seas tonto, no te dejes poner en el arco”…) terminan siendo al menos dignos coequipers de chicos que traen en la sangre un jugador de fútbol de primera categoría. El estímulo de los padres y maestros es una clave fundamental en todo esto, ya que si bien nadie nace sin capacidades, tampoco las personas en soledad y sin ser estimulados, logran aprovechar esto que tienen por naturaleza. El hombre es un ser social y aprende en sociedad (según Vigotsky), comenzando su aprendizaje a través de su inserción en su grupo social primario -la familia- por imitación y gracias a los festejos y cariños recibidos cada vez que se realiza un nuevo aprendizaje. El desarrollo de la capacidad lingüística es tan fuertemente dependiente del estímulo, que quien aprende desde el nacimiento dos idiomas los domina a la perfección sin confundir jamás uno con el otro. Por otra parte, cuando un chico es apartado de la sociedad -como aquellos casos paradigmáticos de chicos que crecieron abandonados en la selva, rodeados de animales- nunca más recuperan su capacidad de hablar. Hablarle a los chicos desde muy chicos, utilizando el vocabulario más rico que podamos, llamando “perro” al perro y “agua” al agua (esto lo digo porque veo muchas madres que al agua, al jugo, a las gaseosas, a todo le llaman “agua”, o utilizan onomatopeyas para mencionar al perro o al auto, por ejemplo). Estimular el juego lógico-matemático desde chiquitos, como las adivinanzas, los dados, las cartas, el “veo-veo”, también son factores que hacen que los chicos desarrollen mediante el juego todo tipo de habilidades. Si desde muy chicos podemos acercarles una guitarra, un pianito, bombo o flauta, tocando nosotros mismos esos instrumentos -como podamos- frente a ellos, y también nos preocupamos porque la música que ellos escuchen sea variada y de buena calidad, estaremos permitiendo que nuevas habilidades musicales se desarrollen con motivación propia del chico. Por todo esto, y con mucha más responsabilidad cuando uno sabe que cada chico en cada casa, en cada nivel social y de acuerdo a la energía que sus padres pongan en su crianza será más o menos estimulado, es que los docentes tenemos que ser muy cuidadosos antes de premiar permanentemente al chico que tiene éxito escolar y castigar al que no lo tiene. Ningún chico entra a la escuela con ganas de fracasar. La escuela construye el fracaso escolar cuando determina qué cosa debe poder hacer un chico de seis años sí o sí, sin tener en cuenta el contexto en que ese chico creció y vive. Un chico que llega a su casa y tiene la merienda nutritiva sobre la mesa y una madre que mira su cuaderno y le recuerda que haga la tarea, tiene el éxito asegurado. Un chico que no tiene merienda ni padres que se ocupen, o que no tiene un escritorio donde apoyar su cuaderno, probablemente fracase.

2048. Bueno, nuevamente he perdido en este juego… el párrafo anterior es completamente ilegible, con lo cual, renuncio a mi tarea de escribir un párrafo el doble de largo que ese. Por lo menos puedo decir que me divertí escribiendo este post, y que no creo haber escrito nada incorrecto, aunque sí algunas cosas un poco inconexas con el único objetivo de ganar a mi propio desafío… al que finalmente, renuncio.

Referencias:

Teoría de las inteligencias múltiples – artículo en Wikipedia