Paula me enseñó a dejar de usar la palabra “normal”.
¿Qué es lo “normal”? ¿Lo que dicta la norma? ¿Lo que aparece en la mayoría? ¿Cuál mayoría, la percibida? Si dejamos de ocultar a las personas que se apartan de esa normalidad impuesta, veremos que casi no hay personas que sean “normales”. Lo “normal” es la diversidad.
Aprendí lo que es el capacitismo, es decir, la discriminación según la capacidad de las personas. No sólo se trata de “ser amables” con alguien que tiene una discapacidad. Se trata de generar un entorno en el que las personas, todas las personas, puedan transitar, navegar por la web, acceder a servicios y que no se queden afuera del chiste ni de la foto.
Me enseñó que el respeto por el cuerpo del otro es mucho más que un concepto de la ESI. También es entender que si una persona se traslada en una silla de ruedas y no hay rampa, esa persona no quiere que la “alcen”, quizás por sufrir dolores en todo el cuerpo, o quizás porque simplemente no quiere que manipulen su cuerpo.
Paula me enseñó que tener una discapacidad no es un concepto binario. Alguien que se traslada en silla de ruedas quizás puede pararse, dar dos pasitos, pero no puede caminar tres metros. Alquien que usa un bastón de invidente, tal vez tiene una mínima visión para poder distinguir siluetas o algo en una pantalla de celular.
Paula me hizo generar interrogantes de los que no tengo aún respuesta… ¿Qué pasa cuando deseamos tener un hijo y la expresión es “que sea sanito”? ¿Qué pasa cuando proponemos “poner el cuerpo en la lucha”, en qué lugar quedan les militantes que no pueden salir de su casa?
Estoy segura de que Paula me enseñó muchas más cosas, pero en este pequeño homenaje están aquellas que fueron más fuertes y que resuenan en mi vida cotidiana al interactuar con otras personas.