Se puede leer hoy en Página/12 y en Clarin, cómo al fin se hizo justicia con dos represores asesinos de la década del 70.
Sin embargo, mi cabeza está más en ver cómo puedo gastar calorías mientras navego por internet, o si voy a poder o no asistir al encuentro virtual por el día del blog este domingo.
Creo que de tanto que uno ha fracasado en su lucha, termina siendo aquello que odiaba: individualista, pensando en salvarse a sí mismo y a su familia, e intentando que no decaiga la propia imagen en el espejo.
El problema es decidir en cuál de mis luchas fracasé, y si lo pienso bien, el fracaso no viene por el lado de un sistema político, una revolución o un mundo diferente que nunca llegó. Mi fracaso está ocasionado por la lectura inicial de la realidad, cuando yo creía en el precepto de que el hombre nace bueno y es la sociedad que lo corrompe, muy al estilo Rousseau. Y cuando dediqué mis mejores años a formarme como docente porque creía que en la educación estaban todas las soluciones.
Como decía Celeste Carballo, es la vida que me alcanza. Ahora me alcanza con difundir la accesibilidad y el software libre, para sentir que estoy haciendo algo bueno por esta sociedad. ¿Qué será de mis luchas para las próximas décadas de mi vida?
Espero no encontrarme peleando por tener agua potable en el barrio, o por que se construya un muro en el límite de la Capital Federal para salvarnos de la violencia imparable que este sistema sigue generando….