Hace algunos años se empezaron a notar en mensajes de listas de correo, páginas web y publicaciones en general, algunos intentos un poco extraños de evitar el lenguaje sexista.
Desde empezar los mensajes con un “Hola a todos/as”, pasando por “Hola a todos y todas“, hasta con el inaccesibilísimo “Hola a tod@s” (atragantando a los lectores en un intento por encontrar un caracter que represente tanto la “a” como la “o”… para el que conoce el código… y de una manera irreconocible para los buscadores y lectores de pantallas).
Hace un tiempo leí un texto sobre lenguaje no sexista y pensé que era un poco exagerado. Sin embargo, un mínimo hecho que me ocurrió hace unos días me hizo sentir una mujer discriminada (no fue la primera ni será la última vez que me discriminan por ser mujer) y pensé en releer las normas para evitar que mis propios mensajes y textos colaborasen con esta desigualdad social.
Lo que me ocurrió fue que mi hija estuvo enferma y vino a mi casa un médico. Cuando me preguntó si necesitaba un certificado para mi trabajo le respondí “no, gracias, trabajo en mi casa“. Y él quedó un poco desorientado y para disimular el choque entre mi frase (“trabajo en mi casa“) y lo que él se imaginaba (“limpio y lavo la ropa todo el día“), me dijo: “¡Y trabajás! ¡Claro que trabajás!“, como poniéndose de mi lado, afirmando que lo que hace una mujer todo el día en su casa es un trabajo, por supuesto.
Evidentemente no pensó –tal vez por cómo estaba yo vestida o peinada (poco arreglada y mal dormida, por cierto)– que estaba frente a una profesional que trabaja en su casa pero realizando una tarea diferente de la limpieza del hogar.
A partir de ese pequeño acontecimiento que me resultó hasta divertido, volví a buscar textos sobre el tema para acostumbrarme a evitar el uso de un lenguaje que colabore todavía más con las desigualdades en nuestra sociedad.
El texto que más me gustó fue este: El español, una lengua no sexista.
En él se explica que nuestro idioma no es sexista en sí mismo pero sí lo son algunos usos del español. Tenemos palabras y giros idiomáticos para no hacer diferencia, aunque debido a que el hablante elige las palabras de acuerdo a su cultura, los usos más frecuentes de algunos elementos generan textos con lenguaje sexistas.
Álvaro García Meseguer nos explica que “Hay dos esencialmente, el sexismo léxico y el sexismo sintáctico. Se incurre en el primero por razón de utilizar ciertas palabras que pueden identificarse aisladamente. Se incurre en el segundo cuando la discriminación se debe a la forma de construir la frase y no al empleo de una cierta palabra aislada.”
Algunos ejemplos de sexismo sintáctico que el mismo texto menciona:
“Gente que sólo busca su pan, su hembra, su fiesta en paz” (uso de la palabra “gente” para “hombres”)
“Los ingleses prefieren el té al café. También prefieren las mujeres rubias a las morenas” (el uso de la palabra “ingleses” únicamente para “hombres ingleses”, aclarándose sólo en la segunda oración)
El sexismo del oyente
Este punto explica la pequeña incomodidad sufrida en mi caso con el médico.
Otro ejemplo maravilloso es cómo nos cuesta a todos (me incluyo: cuando me lo leyeron tuve que pedir la solución!), resolver este acertijo que se hizo muy famoso de la mano de Paenza.
Conclusión: De la lectura de García Mesenguer deduzco que en mi saludo habitual en listas y mensajes en foros que dice “Hola a todos!” no estoy incurriendo en lenguaje sexista, aunque sí estoy teniendo poca sensibilidad feminista. De ahora en adelante intentaré saludar de alguna de estas formas: “Hola a todos los participantes!”, “Hola colegas!”, “Hola estudiantes!”, etc.
Y para reirse un rato de lo exageradas que son algunas personas con este tema, un texto en tono de humor sobre lenguaje no sexista.