No confundir el síntoma con el problema

“Estoy muy preocupada porque Juancito tiene muy malas notas”, “Ese chico le pega a los compañeros”, “Mi hija tiene fiebre”.

Muchas veces la gente se esfuerza por “levantar las notas”, se esfuerza porque un chico aprenda a no pegar, se esfuerza por bajar la fiebre… y haciendo solamente eso (no digo que no hay que hacerlo sino que no es la solución), se está perdiendo el foco de lo que en realidad pasa: las notas son el síntoma, como lo es la agresión o la fiebre. Si hay fracaso escolar hay algo en la casa, algo está pasando por la cabeza de ese chico que no le deja poner las energías en la escuela.

“¿Por qué tendrá malas notas Juancito?” “¿Porqué ese chico le pega a los compañeros?” “¿Estará incubando algo mi hija?”

Lo que ocasiona el bajo rendimiento suele ser un problema familiar, algo vinculado con la autoestima del chico, algo vinculado con el abandono o con la falta de atención, o tantas otras cosas posibles. Si un chico pega en la escuela, puede ser porque alguien le enseñó a pegar, alguien le enseñó la violencia o por el contrario, no le enseñaron a vivir en sociedad y a entender que las otras personas son iguales a él, lo tratan como un rey y se está comportando como un déspota… Es lo mismo que la fiebre: a nadie le preocupa la fiebre de por sí, sino que si hay fiebre hay un proceso que el cuerpo está intentando batallar, hay un virus, una bacteria, algo pasa por debajo que se expresa a través de ese síntoma.

El mayor riesgo de confundir el síntoma con el problema es etiquetar a alguien por su síntoma: “Es limitado”, “Es violento”, “Es un niño índigo, es diferente, es especial”, “Tiene déficit atencional”. Todas estas etiquetas son muy cómodas para instaurar el síntoma como una característica inmanente del chico, y entonces, no hacer nada o seguir haciendo daño, que es lo mismo.

 

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