Cada tanto me pregunto… ¿por qué me fui? ¿por qué no seguí con mi sueño de ser maestra?
Y de a poco me empiezo a acordar de mis interminables suplencias en escuelas del Estado cuando yo necesitaba un trabajo fijo… por eso me fui a una escuela privada…
Después recuerdo lo poco que ganaba y cómo me pedían que fuera a reuniones extra, que corrigiera todo el fin de semana o hiciera informes individualizados que nadie leería….
Tampoco olvido los maltratos de los alumnos, de los padres, de las autoridades (sutiles maltratos).
Nunca dejé de ser docente, pero tuve la oportunidad de trabajar en el rincón más alejado de la dura realidad de los maestros argentinos que tienen que soportar ser vistos por la sociedad como “quienes trabajan sólo de marzo a noviembre y faltan cuando quieren”.
Ayer en el acto del día del maestro de su colegio, mi hija se acercó a mi oído y dijo: “feliz día, mamá”.
Las palabras de mi hija no me dieron felicidad sino una triste nostalgia…