Muchas veces escuchamos por ahí a algunas personas que dicen escribir cuentos para niños, libros para niños, canciones para niños… sin preocuparse demasiado por conocer cómo son los niños, qué les gusta o qué necesitan. Es decir, es frecuente confundir a los niños con seres incompletos que no requieren demasiada calidad porque consumen cualquier cosa.
Es así como llegamos a una librería y encontramos libros horriblemente traducidos con textos de muy mala calidad en mensaje y en estilo, pero que algunos adultos armaron, otros editaron, otros publicaron, otros venden, y ¡otros compran!
Por eso me parece muy importante destacar el trabajo de las personas que no consideran a los niños como consumidores de segunda.
Es el caso de ediciones iamiqué. Todos los libros de iamiqué que llegaron a casa fueron de esos favoritos que mis hijos leyeron mil veces, que me ayudaron a explicarles conceptos de genética (“¿Por qué está trompudo el elefante?”, “por qué se rayó la cebra”), de historia de la educación (“La escuela no fue siempre así”), a aprender junto con mis hijos cosas sobre el universo (“Guía Turística Del Sistema Solar“, “El sistema solar del 1 al 10”), sobre cine (“El cine no fue siempre así”), sobre otros temas (“Preguntas que ponen los pelos de punta”) o sobre las cosas más ocultas socialmente del cuerpo humano como los vómitos, gases y otras asquerosidades que uno difícilmente sepa explicar (“Asquerosología de la cabeza a los pies”, “Asquerosología en acción”).
Hoy llega a mis manos un libro que me hizo llorar. En serio.
Abuelas con identidad es un libro que cuenta la historia de las Abuelas de Plaza de Mayo, empezando por mencionar la situación política que llevó al golpe de Estado de 1976, describiendo los hechos ocurridos durante la dictadura y el surgimiento del grupo Abuelas, hasta contar historias de nietos recuperados y de cómo impacta en la subjetividad de estos adultos el hecho de tener, de un día para el otro, un nuevo nombre, una nueva familia y una nueva historia para reconstruir.
Cuando hablamos de desaparecidos, dictadura, hijos y nietos desaparecidos, a muchos nos tiembla la voz. Yo particularmente, no puedo hablar del tema sin llorar. Y porque quiero que no vuelva a ocurrir nunca más una cosa similar, quiero que mis hijos conozcan muy bien la historia, sepan claramente de qué hablamos cuando hablamos de autoritarismo y cuánto hay que valorar la democracia y los derechos humanos.
Pero claro, como pasa con muchos otros temas: no se encuentra fácilmente el momento de hablar en familia sobre esto. Entre ir y venir de la escuela, hacer los deberes, comprar útiles y ropa, cenar, bañarse… ¿cuándo y cómo empezar con algo tan movilizante?
Por eso quise tener este libro en la biblioteca de los chicos para que ellos un día lo tomen, lo hojeen, se dejen atrapar o no por las historias y entonces sí, que lluevan las preguntas. Ellos sólos sabrán cuándo es el momento de hablar sobre este tema tan doloroso y necesario de conocer.