Ya hace unos años posteé Viviendo a pleno la virtualidad real, donde contaba que en mi vida cotidiana -ya en agosto de 2005- las amistades a través de internet, las compras y los estudios en la red eran algo totalmente cotidiano.
Hoy en día puedo decir que hace más de dos años trabajo exclusivamente capacitando docentes vía internet, me recibí de Licenciada en Educación en una universidad estatal (la Universidad Nacional de Quilmes) gracias a su programa Universidad Virtual de Quilmes, en este momento estoy perfeccionando mi inglés gracias a una plataforma en línea, y sigo comprando y haciendo cientos de cosas a través de internet.
¿Por qué cuento todo esto? Porque además de estudiar y trabajar, y pertenecer a grupos, listas, proyectos, etc… soy madre. Una madre muy ocupada en educar a sus propios hijos. Y sé que si no hubiese tenido la posibilidad de estudiar y trabajar a distancia hubiera preferido estar unos años sin trabajar, para dedicarme a ellos. Pero eso no fue necesario. Para quienes tenemos acceso a estos recursos -todavía muy poca gente, pero soy optimista en cuanto a la popularización de la tecnología- ya no es una dicotomía estudiar y atender a la familia, trabajar y asistir a las reuniones de padres y clases abiertas.
Estoy convencida de que la educación a distancia es una salvación para mucha gente que antes no tenía la posibilidad de hacer cursos presenciales, por estar muy ocupados, muy lejos, o por tener algún impedimento físico. La capacitación a distancia (no sólo para docentes) debe ser accesible a personas con diferentes limitaciones (de edad, motrices, visuales, auditivas, con conexiones de mala calidad…) y debe ser de primer nivel.
La educación que rompe distancias no es el futuro: es el presente.